
¿Cómo sobrevivir a las tempestades? ¿Desde dónde germinar un acontecimiento pequeño y volverlo poderoso?
Pensar una raíz como un dispositivo primario, primigenio, iniciático, originario. Sentirlo como una trama de profundidades inconmensurables, como una
unión subterránea que invita a fortalecer ese anclaje. Vincularlo con otras materialidades. Enlazarlo. Enraizarlo.
Reflexionar acerca de la naturaleza que invade los objetos cotidianos, las raíces que sobrepasan el mundo de la cultura, no desde el sentimiento foráneo del romanticismo (la contemplación de la contemplación) sino entendiéndolo como el punto cero desde donde partir. Lo cercano que se involucra y crea un universo propio, lo orgánico en oposición a la dureza del vidrio, el desafío del mismo material.
Furman atraviesa el fuego para buscar el origen de elementos corrientes, en apariencia casuales, casi abandonados. Los rescata, les busca la causa de su existir, los convierte en miniaturas que sólo pueden vivir en el mundo que ella genera. Los conecta, los nutre, les da intimidad. Y nos incita a entrar a ese cosmos imposible, a ese microscópico espacio luminoso.
Las creaciones de Sandra modifican la percepción al alterar las dimensiones y producir ficciones o ensoñaciones, en relación a los objetos y al sistema de la naturaleza que ella misma crea. De este modo, la ficción altera la manera de mirar y de escuchar.
La visión (como metáfora) que propone Donna Haraway es encarnada, parcial y responsable de lo que uno ve y de cómo organiza lo que ve: "La visión es siempre una cuestión del poder de ver –y tal vez de la violencia implícita en nuestras prácticas de visualización. Implica que el reconocimiento de la situacionalidad de ubicaciones sociales y prácticas de vida específicas permite a los actores hacer afirmaciones de verdad que pueden ser sujetas a examen y construcciones dialógicas que sean apropiadas para las prácticas emancipadoras”. La búsqueda de otros modos de mirar se vuelve hipnótica, generadora de nuevos espacios.
Sandra crea micro relatos, mini instalaciones, pequeñas situaciones que nos invitan a soñar, a recordar, a vincularnos con nuestras propias raíces, con el arraigo de lo nimio, con la sensibilidad de lo genuino.
Texto Paula Doberti
Curaduría Debora Kirnos